José Carlos Molina B
Para no ir muy lejos
en la historia política universal, me remitiré al derecho de oposición a partir de lo que contempla
nuestra Constitución Política Colombiana en su artículo 112, que en esencia dice:
“Los partidos y movimientos políticos con personería jurídica que se declaren
en oposición al Gobierno, podrán ejercer libremente la función crítica frente a
este, y plantear y desarrollar alternativas políticas”.
Para que este derecho
sea efectivo, la misma constitución garantiza el acceso a la información y a la
documentación oficial, obviamente con las restricciones constitucionales y
legales; pudiendo para la difusión de su pensamiento y opinión tener plenos derechos a los medios de comunicación social
del Estado y por supuesto las ventajas que hoy ofrece las redes sociales de la
Internet, como Facebook y twitter, entre otros.
Los partidos y
movimientos políticos tienen en este derecho constitucional toda una
posibilidad de convertirse en una opción política en las próximas
elecciones, actuando en un
marco de respeto y de aceptación de “reglas consensuales” del juego político.
Desafortunadamente, en nuestro
departamento (La Guajira), se ha
vuelto una mala y equivocada costumbre,
desde el primer día de gobierno,
ver a los opositores entrar en el campo de las descalificaciones
personales, mediante insulto y agravios a los nuevos gobernantes; instaurando
mediante anónimos querellas con
pocos fundamentos jurídicos antes los organismos de control; todo por el
prurito y/o deseo de fastidiar a los
gobernantes.
Es frecuente también
la utilización de pasquines, utilizados
para intentar destrozar reputación, mediante la injuria y la calumnia; a decir
verdad, esos folletos anónimos son
leídos con deleite por un gran número de personas, que disfrutan cada palabra,
cada insulto, como los buitres disfrutan la carroña.
Le apuestan desde el
primer día no solo al fracaso del nuevo gobierno, sino que conspiran con afán, por vía de un proceso disciplinario a una
destitución temprana y forzar unas
elecciones atípicas. Para nada les interesa el bienestar colectivo, solo el poder
para satisfacer sus apetitos de empresas electorales personales.
Estas prácticas
desnaturalizan el objeto o espíritu de nuestra norma superior (Constitución
política), que como ya vimos, su esencia es
la función crítica y plantear y desarrollar alternativas políticas,
dentro de un marco legal. Por eso, quienes asumen esa postura o comportamiento, están lejos
de ejercer oposición y cerca de la conspiración.
Si entendemos la
política como el Arte de servir al pueblo, para resolver sus necesidades y
propiciar la mayor suma de felicidad posible, el papel legítimo de quienes
ejerzan oposición es ser vigilante, para
que ese postulado se cumpla de la mejor manera y en el evento de disentir, plantear
alternativas distintas, eficientes y superiores para conseguir los objetivos a
favor del pueblo.
Los guajiros debemos
trabajar en unidad en la búsqueda de un objetivo común, aún teniendo
diferencias partidistas e ideológicas. LA GUAJIRA PRIMERO.
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